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Tegucigalpa, la colina de plata

Situada en un altiplano a 1.000 metros de altura, la capital hondureña es una típica urbe centroamericana, ruidosa y animada. Nacida en el siglo XVI al albur de los yacimientos de plata de sus cercanías, la “Tegus”, como gusta denominarla a sus habitantes, es el centro económico y político de Honduras y punta de lanza de una región turística de bosques y zonas verdes de gran valor ecológico.

Su casco histórico se articula en torno a su catedral. Construida en el siglo XVIII en estilo barroco español, se sitúa junto al frondoso parque central, que presume de hermosas fachadas correspondientes al antiguo paraninfo universitario (hoy en día museo de arte contemporáneo). Otros edificios ilustres son el Palacio Legislativo, el teatro Manuel Bonilla y el Santuario de Suyapa. 

Los amantes de la naturaleza podrán disfrutar de lugares como el Cerro Picacho que muestra una impresionante vista de la ciudad y el Parque Nacional de la Tigra, que ubicado a pocos kilómetros del centro de Tegucigalpa, muestra la fauna y flora hondureñas en todo su esplendor.

En los alrededores de la ciudad merece la pena visitar: Valle de Ángeles y Santa Lucía, el primero es un pintoresco pueblo en el que obtener la mejor artesanía local. Santa Lucía, a 14 km de la capital, es un remanso de paz que se despierta entre neblinas mañaneras y relax.

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Acompaña cualquier plato con Atole (una bebida dulce a base de maíz), de moderada viscosidad, inseparable de los famosos elotes (mazorca de maíz asada) o bien de los exquisitos tamales con tacos de carne asada al pastor.